Durante todos estos desquiciados días, para no perder la
costumbre, nos han estado avasallando con el pensamiento único. Todos se erigen
portavoces de los mercados, incluso en algún telediario se ha paseado gente con
la palabra “mercados” bien impresa en los rótulos. Todos, evidentemente,
diciendo qué es lo que tenemos que hacer
para calmar a los mercados. Baste decir, para comprobar la lucidez de
sus diagnósticos, que ninguno ha acertado.
Casualmente, el diagnóstico de estos maravillosos analistas
de lo político y lo económico, es muy parecido, tanto, que es una auténtica
invitación a la sospecha. El problema, es que parece que nadie acepta este tipo
de invitaciones, cada vez más habituales en los portavoces "oficiales" de los asuntos
públicos. Según esta gente de dudosa reputación, todo lo que debemos hacer es
bajarnos más si cabe los pantalones, quedar más desprotegidos y, a ser posible,
trabajar más y por menos dinero. Con eso, dicen, la prima de riesgo bajará, la
financiación del Estado se colocará de nuevo en niveles racionales y
recuperaremos la senda del empleo y el crecimiento. Estaría bien que añadieran,
para regocijo del personal, que a nuestra muerte nos esperarán veinte vírgenes
en el cielo. Sobra decir que, a pesar de
lo repetitivo del asunto, ninguna de esas profecías se ha visto cumplida.
Ante este panorama y, acostumbrado a hacer ruido en el
desierto, he decidido venirme arriba y lanzar también yo una profecía de esas
buenas, al fin y al cabo, tengo la misma legitimidad en interpretar los
mercados que toda esa gente. Es más, voy a hacerlo haciendo uso de la misma
autosuficiencia que utilizan “los otros”. ¿No decían que los mercados somos
todos? Pues eso.
“En estos momentos, la
prima de riesgo ha bajado de los 500 puntos después de semanas de
convulsión. Esto sólo ha sido posible, gracias a la dimisión de Carlos Dívar, divino
ex presidente del Tribunal Supremo y del
Consejo General del Poder Judicial. En estos tiempos de crisis, los mercados
demandan limpieza en las instituciones, y la dimisión de Dívar ha sido acogida
de buen agrado por los mismos. Es necesario llegar hasta el final depurando
responsabilidades de aquellos que han apartado el bien común en favor del
interés particular. Los casos de corrupción que inundan nuestras instituciones,
hacen de España un país en serías dudas en cuanto a su credibilidad. Es
indispensable hacer funcionar una Justicia con mayúsculas, que limpie de
actividades impúdicas, interesadas y corruptas la Administración, solo así será
posible regresar a la senda de crecimiento y creación de empleo. Necesitamos
volver a ser un país de fiar y no un nido de políticos infames, irresponsables
y corruptos. Quieren saber, que de inyectar ingentes cantidades de dinero, éste
va a ser utilizado de manera responsable y no va a ser dilapidado como tantas
ayudas recibidas en el pasado, que han acabado en faraónicas infraestructuras
que están infrautilizadas (en el mejor de los casos). Necesitan saber también
que el Estado es fuerte en cuanto a recaudación de impuestos. Consideran
importante saber que la carga fiscal es efectiva y progresiva, de manera que no
lastre el consumo. Es indispensable perseguir el fraude fiscal, ya que su existencia en tan desmesurada cantidad crea inseguridad, invitando a pensar que el
Estado no puede garantizarse unos ingresos equitativos y solventes. Es
fundamental volver a los principios de la justicia social, ejercer la
responsabilidad desde uno mismo, pues sólo así conseguiremos salvar España y
por ende, Europa”.
Como podéis comprobar, otro discurso es posible.
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