lunes, 26 de marzo de 2012

La resaca electoral


abstención.
(Del lat. abstentĭo, -ōnis).
1. f. Acción y efecto de abstenerse.

abstenerse.
       1. ‘Privarse de algo’ y ‘no participar en algo a lo que se tiene derecho’.


Recién terminadas las elecciones asturianas y andaluzas comienza la resaca, continúa la pantomima. Como siempre pasa en unas elecciones, todos los partidos han ganado. Sin excepción, uno por uno han ido paseando su cara por la galería celebrando la victoria. Con una absoluta falta de decoro, podemos ver como un partido que ha perdido 9 escaños, celebra con enorme satisfacción que va a poder seguir en la poltrona cuatro años más. También se deja ver, faltaría mas, otro partido con tres escaños más pero con casi doscientos mil votos menos, que celebra haber ganado las elecciones aun sabiéndose fuera del gobierno. No podía faltar tampoco la estrella del baile que, habiendo doblado su número de diputados quiere formar parte de la fiesta bipartidista. Todos contentos, todos ganadores y, sin embargo, parece que hay que sumergirse en la información para enterarse de la caída de diez puntos en la participación, de un 72% a un 62% concretamente. Estamos hablando de seiscientos cincuenta mil abstencionistas más en una suma total de dos millones trescientos cincuenta mil. Cifra notoriamente superior a la de cualquiera de los grandes partidos y, sorprendentemente, ni una sola autocrítica, ni una sola cifra en el telediario. Ni una palabra tampoco acerca de los casi doscientos noventa mil votos sin representación parlamentaria, ni de los cincuenta y siete mil votos blancos y nulos. Ni una sola. No vaya aser que la gente se anime a echar cuentas.

En Asturias el panorama no es mucho mejor, con un 44% de abstención y la misma cantidad de palabras sobre el tema. La misma autocrítica, los mismos ganadores. Los partidos. Al final, entre tanto jolgorio partidista, resulta hasta evidente. No importa a quien votes, no importa quien gane, pues como podemos ver los días después de las elecciones, ganan todos y, al final, perdemos siempre los mismos. Todos sonríen en esta fiesta, la fiesta de la legitimidad, que no de la democracia. De ahí el ostracismo a la abstención, herramienta deslegitimadora por definición. No conviene mentarla en público, en tele o en radio, en papel escrito. Se impone el voto como deber cívico, olvidando que es un derecho, como también lo es la abstención. Se asocia la abstención con el desinterés y asunto arreglado. Cuando una de las frases más repetida en un país es “si no votas luego no te quejes” es que algo no estamos haciendo bien. Independientemente de la orientación política que se tenga, debería respetarse el uso de la abstención como acción política, el derecho a no estar de acuerdo con lo establecido. Otra cosa es la lectura política de las cifras de la abstención, en la que no podemos caer en que a todos les importa un comino la política, que les hay, como tampoco  se puede decir que todos los que votan a los partidos son borregos, que también los hay. Lo que si tiene una lectura clara es un incremento de un 10%,  un 44% sobre el total, o que supere la cifra en votos de los grandes partidos. Pero parece que nadie esta dispuesto a hacerla. No vaya a ser que la gente se anime, eche cuentas y encima no le salgan. Y se cabree. Y se de cuenta de que las minorías gobiernan a las mayorías. Pero eso no es lo peor, puede que la gente empiece a utilizar el pensamiento crítico, abra los ojos y vea las noticias de otra forma. Quizás indagando, esa misma gente se de cuenta también de cómo otra minúscula minoría controla económicamente los partidos que a su vez nos controlan. Tal vez ese día, ese miedo que nos infunden se vuelva contra ellos y se vean como lo que son, una molesta y parasitaria minoría.

La abstención es un camino, una acción y una opción política. Es una decisión, una decepción con los partidos, una desilusión con el sistema, un desencanto. Es privarse de algo, no participar en algo a lo que se tiene derecho. También dejadez, que la habrá, pero aunque se entendiera únicamente por este lado, sería obligado reconocer que se trataría de un fracaso, ya que si en una comunidad autónoma como Andalucía, con 6.229.753 posibles votantes, 2.352.973 “pasan”, es que, o bien no han sabido enseñar la utilidad democrática a los ciudadanos, o bien no les interesa hacerlo.
  
En cualquiera de los casos se trata de un fracaso y, por añadido, de un suceso lo suficientemente relevante como para salir en el telediario, en el magazine radiofónico, en la primera plana de los periódicos, en la autocrítica responsable por parte de quien ostenta responsabilidades. Pero aquí no hay responsabilidad que valga, no hay más que ver el inicio, desarrollo y estado actual de la crisis. Para los causantes, los millones, para los ciudadanos, los recortes.   

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