abstención.
(Del lat. abstentĭo, -ōnis).
1. ‘Privarse de algo’
y ‘no participar en algo a lo que se tiene derecho’.
Recién
terminadas las elecciones asturianas y andaluzas comienza la resaca, continúa
la pantomima. Como siempre pasa en unas elecciones, todos los partidos han
ganado. Sin excepción, uno por uno han ido paseando su cara por la galería
celebrando la victoria. Con una absoluta falta de decoro, podemos ver como un
partido que ha perdido 9 escaños, celebra con enorme satisfacción que va a
poder seguir en la poltrona cuatro años más. También se deja ver, faltaría mas,
otro partido con tres escaños más pero con casi doscientos mil votos menos, que
celebra haber ganado las elecciones aun sabiéndose fuera del gobierno. No podía
faltar tampoco la estrella del baile que, habiendo doblado su número de
diputados quiere formar parte de la fiesta bipartidista. Todos contentos, todos
ganadores y, sin embargo, parece que hay que sumergirse en la información para
enterarse de la caída de diez puntos en la participación, de un 72% a un 62%
concretamente. Estamos hablando de seiscientos cincuenta mil abstencionistas más
en una suma total de dos millones trescientos cincuenta mil. Cifra notoriamente
superior a la de cualquiera de los grandes partidos y, sorprendentemente, ni
una sola autocrítica, ni una sola cifra en el telediario. Ni una palabra
tampoco acerca de los casi doscientos noventa mil votos sin representación parlamentaria,
ni de los cincuenta y siete mil votos blancos y nulos. Ni una sola. No vaya aser que la gente se anime a echar cuentas.
En Asturias el panorama no es mucho mejor, con un 44% de abstención
y la misma cantidad de palabras sobre el tema. La misma autocrítica, los mismos
ganadores. Los partidos. Al final, entre tanto jolgorio partidista, resulta
hasta evidente. No importa a quien votes, no importa quien gane, pues como
podemos ver los días después de las elecciones, ganan todos y, al final,
perdemos siempre los mismos. Todos sonríen en esta fiesta, la fiesta de la
legitimidad, que no de la democracia. De ahí el ostracismo a la abstención,
herramienta deslegitimadora por definición. No conviene mentarla en público, en
tele o en radio, en papel escrito. Se impone el voto como deber cívico, olvidando
que es un derecho, como también lo es la abstención. Se asocia la abstención con
el desinterés y asunto arreglado. Cuando una de las frases más repetida en un país
es “si no votas luego no te quejes” es que algo no estamos haciendo bien.
Independientemente de la orientación política que se tenga, debería respetarse
el uso de la abstención como acción política, el derecho a no estar de acuerdo
con lo establecido. Otra cosa es la lectura política de las cifras de la abstención,
en la que no podemos caer en que a todos les importa un comino la política, que
les hay, como tampoco se puede decir que
todos los que votan a los partidos son borregos, que también los hay. Lo que si
tiene una lectura clara es un incremento de un 10%, un 44% sobre el total, o que supere la cifra en
votos de los grandes partidos. Pero parece que nadie esta dispuesto a hacerla.
No vaya a ser que la gente se anime, eche cuentas y encima no le salgan. Y se
cabree. Y se de cuenta de que las minorías gobiernan a las mayorías. Pero eso
no es lo peor, puede que la gente empiece a utilizar el pensamiento crítico,
abra los ojos y vea las noticias de otra forma. Quizás indagando, esa misma
gente se de cuenta también de cómo otra minúscula minoría controla económicamente
los partidos que a su vez nos controlan. Tal vez ese día, ese miedo que nos
infunden se vuelva contra ellos y se vean como lo que son, una molesta y
parasitaria minoría.
La abstención
es un camino, una acción y una opción política. Es una decisión, una decepción con
los partidos, una desilusión con el sistema, un desencanto. Es privarse de
algo, no participar en algo a lo que se tiene derecho. También dejadez, que la habrá,
pero aunque se entendiera únicamente por este lado, sería obligado reconocer
que se trataría de un fracaso, ya que si en una comunidad autónoma como Andalucía,
con 6.229.753 posibles votantes, 2.352.973 “pasan”, es que, o bien no han
sabido enseñar la utilidad democrática a los ciudadanos, o bien no les interesa
hacerlo.
En cualquiera de los casos se trata de un
fracaso y, por añadido, de un suceso lo suficientemente relevante como para
salir en el telediario, en el magazine radiofónico, en la primera plana de los periódicos,
en la autocrítica responsable por parte de quien ostenta responsabilidades. Pero aquí no hay
responsabilidad que valga, no hay más que ver el inicio, desarrollo y estado actual
de la crisis. Para los causantes, los millones, para los ciudadanos, los
recortes.
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